TEXTO 1:
“El hombre crea a su imagen y semejanza demonios, dioses y santos, a los cuales se complace en ofrecer luego constantes sacrificios, oraciones, ornamentos de iglesia, votos, peregrinaciones, salutaciones, adornos suntuosos, etc… Su culto se confunde con la realidad hasta el punto de que acaba por eclipsarla. Los acontecimientos de la vida son considerados como obra de esos seres, el comercio con ellos ocupa la midad de la existencia, mantiene constantemente la esperanza, y llega a ser muchas veces, por la fuerza de la ilusión, más interesante que el de las criaturas reales. Aquí encuentran su expresión y símbolo las dos necesidades del hombre: la de ayuda y protección, y la de ocupación y entretenimiento; y si muchas veces perjudica al primero de estos fines, derrochando su caudal inútilmente en ofrendas y sacrificios cuando le ocurre una desgracia o se le presenta algún peligro, en vez de invertir su energía en apartar el mal, en cambio satisface mejor la segunda necesidad, por medio de las relaciones fantásticas con el mundo de espíritus que se ha forjado: tal es el beneficio que nos proporcionan las supersticiones, beneficio que no es de desdeñar.” (Arthur Schopenhauer)
TEXTO 2:
“La religión es el único medio que permite revelar y hacer sensible el alto significado de la vida al tosco sentir y al inculto intelecto de las masas, completamente inmersas en viles preocupaciones y en el trabajo material. Pues el ser humano, tal y como es por regla general, originariamente no tiene interés más que por la satisfacción de sus propias necesidades y apetitos, y, por tanto, sólo por las distracciones y las diversiones. Fundadores de religiones y filósofos vienen al mundo con el fin de arrancarlo de su estado de aturdimiento e indicarle el alto significado de su existencia. Los filósofos son para los pocos, para las excepciones, mientras los fundadores de religiones lo son para los muchos, para la humanidad en general. Pues “es imposible que la masa ame la sabiduría”, como ya lo dijo Platón. La religión es la metafísica del pueblo que debe serle dejada absolutamente, y mostrar respeto por ella externamente, pues el desacreditarla significaría quitársela al pueblo. Del mismo modo que existe una poesía del pueblo y, en los proverbios, también una sabiduría del pueblo, así debe haber una metafísica del pueblo, pues los seres humanos tienen necesidad absoluta de una interpretación de la vida, y ella deber ser adecuada a su capacidad de comprensión. Por ello, la religión es siempre un revestimiento mítico-alegórico de la verdad, y, desde el punto de vista práctico y sentimental, o sea como directiva para la acción y como bálsamo y consuelo en el sufrimiento y en la muerte, ofrece, aunque tal vez de otro modo, todo lo que la verdad misma podría ofrecer si estuviésemos en posesión de ella.(….)
(…), la religión es la verdad expresada alegóricamente o en mitos, y por este medio hecha accesible y digerible para la humanidad en general, pues en estado puro la verdad no podría ser nunca soportada por los seres humanos, del mismo modo que no podemos vivir en una atmósfera de oxígeno puro sino que nos es necesaria una mezcla de cuatro quintos de nitrógeno. Y hablando ya sin imágenes: el sentido profundo, el elevado objetivo de la vida pueden ser desvelados y predicados al pueblo sólo simbólicamente, pues el pueblo no es capaz de captarlos en su sentido verdadero y propio. En cambio, la filosofía debe ser para pocos, para los elegidos.” (Arthur Schopenhauer)
TEXTO 3:
“No debes perder de vista que la necesidad metafísica del hombre requiere imperiosamente ser satisfecha, pues el horizonte de sus ideas debe estar circunscrito no pudiendo quedarse sin unos límites determinados. Ahora bien, por regla general, el ser humano no posee el juicio necesario para sopesar las razones y decidir entre la verdad y el error: el trabajo que le imponen la naturaleza y sus necesidades no le deja tiempo para semejantes investigaciones, ni para la cultura que presuponen. Por eso la cuestión para él no puede ser alcanzar una convicción fundada en razones, sino que está obligado a creer en base a la autoridad. Incluso si una filosofía realmente verdadera hubiese tomado el lugar de la religión, sería aceptada por al menos nueve décimas partes de los seres humanos sólo por la fuerza de la autoridad, y por tanto de nuevo se trataría de una cuestión de fe. Siempre conservará su verdad el dicho de Platón: “Es imposible que la masa ame la sabiduría”. La autoridad, sin embargo, se afirma sólo con el tiempo y con ayuda de las circunstancias. Por tanto no estamos en disposición de conferir autoridad a aquellas cosas que se fundan únicamente razones (…) Por ello las verdades que se basan en la autoridad van dirigidas a la necesidad de teorías que el ser humano necesita para entender el enigma de su existencia y buscar algo que permanezca inmutable, siendo fundamento del continuo cambio de la naturaleza.
Por tanto, esas verdades se dirigen a la voluntad, al miedo y a la esperanza de los mortales que viven en una continua aflicción. Crean para ellos dioses y demonios a los que pueden invocar, aplacar o conquistar. En fin, se dirigen también a su conciencia moral, cuya existencia no se puede negar y a la que confieren desde fuera confirmación y apoyo, un sostén sin el que la conciencia moral difícilmente podría mantenerse en pie en la lucha contra tantas tentaciones. Justo en ese sentido, la religión, en medio de los grandes e innumerables sufrimientos de la vida, ofrece una fuente inestimable de consuelo y de paz, y tampoco abandona al hombre en la hora de la muerte, desplegando entonces toda su eficacia. La religión se parece, pues, a alguien que toma de la mano y guía a un individuo ciego por dónde éste no puede ver, siendo lo único importante que consiga llegar a su meta y no que lo vea todo.” (Arthur Schopenhauer)
TEXTO 4:
“(…) para el ser humano lo más importante es la coincidencia de las opiniones metafísicas fundamentales; lo es hasta el punto de que una comunidad verdadera y perdurable es posible sólo con individuos que sean conscientes de tales opiniones. Como consecuencia de este hecho, los pueblos se identifican y se diferencian sobre todo por su religión y no tanto por sus respectivos gobiernos o en función de la lengua que hablen. Es por lo que el edificio de la sociedad, el Estado, alcanza su perfecta solidez sólo cuando un sistema de metafísica universalmente reconocido le sirve de fundamento. Se sobreentiende que sólo puede ser un sistema tal una metafísica popular, o sea, una religión. Este sistema se funde con la constitución estatal y con todas las manifestaciones de la vida común del pueblo, así como con todos los actos solemnes de la vida privada. Así sucedía en la antigua India y también entre los persas, los egipcios, los hebreos, los griegos y los romanos, e incluso hoy entre los pueblos que siguen el Hinduismo, el Budismo y el Islam.” (Arthur Schopenhauer)
TEXTO 5:
“Los motivos religiosos por sí mismos impiden con frecuencia los delitos. Tú sólo no eres capaz de darte cuenta de la gran limitación de los espíritus no refinados: el espectáculo muy siniestro, particularmente si, como sucede también con frecuencia, su fundamento es un corazón malo, injusto y perverso. Semejantes individuos, que constituyen la mayoría del género humano, deben ser guiados y frenados en lo posible aunque sea mediante motivos realmente supersticiosos, en tanto no sean capaces de guiarse por otros más justos y mejores. (…) Pensemos, por ejemplo, en el juramento, en el que la religión ejerce una influencia decisiva. (…), las convicciones religiosas son el medio para despertar y evocar la naturaleza moral del individuo. ¡Cuántas veces no ha sucedido que fuesen aceptados primero falsos juramentos que, en el momento decisivo, eran improvisadamente retirados y la verdad y el derecho lograban la victoria!” (Arthur Schopenhauer)
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