martes, 5 de octubre de 2010

FILOSOFÍA. Alegoría de la caverna. Platón

Platón, La República, libro VII



-          Y a continuación – seguí - , compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia delante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual supone que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
-          Ya lo veo, dijo.
-           Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-          ¡Qué extraña escena describes – dijo- y qué extraños prisioneros!
-          Iguales que nosotros – dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos.
-          ¿Cómo – dijo- si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
-          ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-          ¿Qué otra cosa van a ver?
-          Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
-          Forzosamente.
-          ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente?. ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
-          No, ¡por Zeus!, -dijo.
-          Entonces, no hay duda –dije yo – de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
-          Es enteramente forzoso –dijo.
-          Examina, pues, -dije - , qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a  volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
-          Mucho más, -dijo.
-          Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿ no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestran?
-          Así es –dijo.
-          Y si se lo llevaran de allí a la fuerza – dije- ,obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
-          No, no sería capaz, - dijo- , al menos por el momento.
-          Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
-          ¿Cómo no?
-          Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
-          Necesariamente, -dijo,
-          Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
-          Es evidente – dijo – que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
-          ¿Y qué?. Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
-          Efectivamente.
-          Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente “trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio” o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
-          Eso es lo que creo yo –dijo-; que preferiría cualquier otro destino antes de aquella vida.
-          Ahora fíjate en esto – dije - : si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
-          Ciertamente, -dijo.
-          Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad – y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse - , ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraran manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?
-          Claro que sí, -dijo.


TRABAJANDO UN RATITO:

1)    Empecemos haciendo un esquema, croquis o dibujo de la situación que describe Platón, de esa caverna con todos sus elementos, sus prisioneros, el fuego, el camino, las figuras, etc.

2)    Por cierto, ¿quién es Platón?. Sería conveniente obtener alguna información sobre él, como cuándo estuvo por aquí, qué es lo que hizo, por qué aparece en una asignatura como ésta...

3)    Y ahora, antes de seguir más; ¿de qué va el texto? ¿de qué trata? ¿cuál puede ser su tema?; en suma, ¿de qué nos está hablando Platón? Y, además, resumir el sentido del texto en una línea, como si de una moraleja se tratara.

4)    Considera Platón en varias ocasiones que al prisionero encadenado hay que obligarle a salir de la caverna. Oigámoslo:
‘cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente...’
‘..y si se le obligara a fijar la vista...’
‘...y si se lo llevaran de allí a la fuerza, obligándole a recorrer la áspera...’
Pero, ¿por qué? ¿por qué hay que obligar al prisionero? ¿no saldría él solo por propia decisión?

5)    El prisionero, una vez liberado, ‘preferiría cualquier otro destino antes de aquella vida’, es decir, antes que volver de nuevo a la caverna. Y sin embargo, ¿volvería? ¿tendría alguna necesidad o alguna obligación de retornar? ¿por qué?

6)    Dice Platón: “...y si tuviese que competir (el prisionero liberado)  de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras...¿no daría que reír y no se diría de él que por haber subido allá arriba ha vuelto con los ojos estropeados y que no vale la pena ni aun intentar semejante ascensión?’
¿Creéis que ocurre esto así en la vida? ¿Algunos ejemplos?
En estas condiciones, ¿qué podría, tendría, debería hacer el prisionero liberado?

7)    Pero no termina ahí el rechazo de los prisioneros encadenados:
‘¿y no matarían (los prisioneros encadenados) si encontraran manera de echarle mano (al prisionero liberado que regresa a la caverna) y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?’
¿por qué? ¿cuáles pueden ser las razones de ese comportamiento?
En realidad, ¿es así? ¿ocurre de verdad esto?
¿Se os ocurren ejemplos concretos, casos reales, en que pasen las cosas tal y como las narra Platón?

Es que es un texto muy bueno! Quien no lo vea pues allá él…

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