martes, 5 de octubre de 2010

FILOSOFÍA. Antes y después de Sócrates. F. Cornford


 “Si nos fuera factible considerar el desarrollo del género humano en su integridad, estos últimos veinticinco siglos de ciencia transcurridos desde los días de Tales de Mileto hasta los nuestros propios, veríamos a la filosofía como el más grande de los logros humanos. La especulación presocrática cesaría de parecernos rudimentaria e infantil para erguirse como la época culminante de un desarrollo en la que se realizó el descubrimiento de la Naturaleza: he aquí una expresión que es menester explicar. Designo con ella el descubrimiento de que el mundo circundante en su integridad, mundo del que nuestros sentidos nos ofrecen datos, es puramente natural y no en parte natural y en parte supranatural. Así, la ciencia comienza cuando se entiende que el universo es un todo natural que posee modos de acción inmutables, modos que la razón humana puede averiguar pero que se hallan fuera del control ejercido por la acción del hombre. Arribar a tal perspectiva fue un logro muy grande.


En el hombre, al igual que en los animales superiores, el uso primario de la inteligencia fue el de idear medios para llevar a buen término aquellos fines prácticos que no es factible lograr de manera inmediata. Si se le ofrece un plátano a un simio, éste lo tomará y empezará a comerlo; no hay lugar aquí para la reflexión. Pero si se cuelga el plátano fuera de su alcance, la acción se detiene. Será menester emplazar la inteligencia en ayuda del deseo frustrado; esto es, se hará una pausa antes de que la acción se reanude. Se colma esa pausa con una elemental cadena de razonamiento: así, imaginamos que el mono razona de esta suerte: ‘¿cómo puedo hacerme con el plátano?. Aquí hay cajas. Si las pongo unas encima de otras podré alcanzarlo. De seguro que no sabemos qué ha sucedido en el cerebro del simio, pero el hombre, eso sí lo sabemos, ha usado su inteligencia para vencer los obstáculos que se oponen a su acción...de esta suerte y en todo tiempo, la inteligencia sirve a los propósitos de la acción. Existen, pues, resistencias que es menester vencer, poderes que su propio poder ha de burlar. Y cuando advierte que las cajas le ayudarán a conseguir su fin, sentirá que no todo el orden del mundo está contra él: en efecto, existen seres con intenciones benévolas que simpatizan con sus deseos y favorecen su realización. Estas intenciones benéficas o dañinas, esas invisibles fuerzas que impulsan o detienen la acción vienen a ser fragmentarios elementos de personalidad. Estos elementos constituyen la materia prima con la que el hombre, al comenzar a reflexionar, construyó el mundo sobrenatural. Esos elementos de personalidad eran proyectados desde el yo humano hasta las cosas. El supuesto de que las cosas benéficas o dañinas detentan una voluntad de favorecer o lesionar se continúa en muchos tipos de acciones: el niño que la emprende a golpes y patadas con una puerta que le ha pillado el dedo o el jugador de golf que maldice su bastón porque éste ha fallado el golpe.

Pues bien, estos elementos proyectados de la personalidad constituyen los objetos propios del arte de la magia. Son ‘sobrenaturales’ en el sentido de que su comportamiento no es ni calculable ni regular; no se puede saber con certeza de qué manera actuarán, de la misma manera que se está seguro que el contacto con la llama quemará la mano. La magia comprende toda una colección de prácticas destinadas a dominar de alguna manera esas fuerzas sobrenaturales. Y, obviamente, si éstas han de ser controladas, cuanto más sepamos de ellas mejor. Y el conocimiento de lo sobrenatural
constituye una revelación sólo accesible al hombre inspirado o ( como decían los helenos ) ‘divino’, esto es, al sacerdote y al mago, al vidente y al poeta.

La aparición de la filosofía está señalada en Grecia por la tácita negación de esa distinción entre dos órdenes de conocimiento, revelación y experiencia, y, a la vez, entre los dos tipos de vida a ellos correspondientes, el sobrenatural y el natural. Los cosmólogos jonios suponen que todo el universo es algo natural y que, potencialmente, se encuentra al alcance de un conocimiento tan ordinario y racional como puede ser el que nosotros tenemos de que el fuego quema y el agua ahoga. A esto me refiero yo con la expresión “descubrimiento de la naturaleza”.


CUESTIONES:

  1. Al comienzo, habla el texto de la ‘especulación presocrática’. Pero, ¿eso qué es? ¿y qué tiene que ver eso con la filosofía?
  2. Y considera que esa época presocrática es la época deldescubrimiento de la Naturaleza’. ¿Qué quiere decir el autor con esto?. ¿Es que en el pensamiento mítico no se concebía la naturaleza? ¿es que el pensamiento mítico no había advertido la existencia de árboles, ríos, montañas, pájaros,...es decir de la naturaleza?
  3. Esos elementos de personalidad eran proyectados desde el yo humano hasta las cosas’. ¿Qué significa esta afirmación?
  4. ¿Por qué esa necesidad, ese afán humano, de dominar de alguna manera las fuerzas sobrenaturales? 

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